sábado, 23 de agosto de 2008

El turismo de sol y playa.-

Durante la segunda mitad del siglo XX muchas personas extranjeras fueron atraídas por el cálido y reluciente sol de la península Ibérica que unido a la gratuidad de sus playas y a unos bajos costes de su estancia vacacional, hicieron posible el cambio social hacia el sector de servicios capaz de atender la demanda creciente de las necesidades que los forasteros en el transcurso de unos pocos días nos visitaban.
Por muchos años, el turismo de ocio consistente en tumbarse al sol como las lagartijas quemándose la piel, floreció rápidamente por su escasa infraestructura, ya que la mayor parte del tiempo que empleaban sus Clientes, era estar acostados en la arena de la playa o bañándose en el mar que, por ser un recurso natural, no precisaba de mantenimiento.
Los gobernantes empezaron a percatarse de las cifras macroeconómicas que el turismo representaba como fuente fácil de ingresos y decantaron la mirada hacia la regeneración del litoral aumentando el número de metros aprovechables en actividades complementarias de ocio y concediendo licencias de ocupación de terrenos públicos para el desarrollo de nuevas actividades económicas con nula preparación profesional aunque de sustanciosos ingresos.

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