Cuando era pequeño, cerca de la casa donde vivo, vivía Juan Francisco y como nuestras abuelas tenían mucha afición a hacer puntilla e intercambiaban asiduamente inquietudes, motivó nuestra amistad. Juan Francisco tenía muchos juguetes que por cierto, todos eran míos y yo, cuatro tebeos estropeados que también eran míos.
Desde hace unos años se nos cae la baba pronunciando la palabra solidaridad hasta el nivel de autoconvencernos de lo muy solidarios que somos, llegando a pensar ser muchísimo más solidarios que el resto de las personas de nuestro entorno y especialmente, cuando estamos en público y precisamos cacarear nuestras virtudes.
Esta semana pasada intenté acceder con mi ordenador portátil a la red de Internet para consultar mi correo electrónico y le pedí al inventillo que me buscase las conexiones más próximas, de tal suerte que pillé ocho líneas de acceso, por cierto, todas cerradas con candado, para que nadie se las llevase a su casa. Ahora entiendo lo insolidario que se puede llegar a ser ofreciendo una conexión wifi del tipo http://www.ruralwifi.net/.
3144- INQUIETUDES CABANENSES.
Hace 8 meses