Del neolítico ibérico de hace 20000 años, solo conservamos alguna construcción megalítica como el dolmen de Viera y el dolmen de Menga, las pinturas rupestres de la cueva de Altamira, las de la cueva Remigia del barranco Gasulla, La Valltorta, Ulldecona por citar las más cercanas y las de los abrigos de la cueva de la Araña. Del período siguiente, la edad de los metales, cuando se trabaja el cobre y luego el bronce, es cuando se supone empieza la colonización porque serán diversos grupos sociales los que pelearán entre ellos por las riquezas naturales de estas tierras.
Los más antiguos colonizadores de España de quienes hay noticia segura son los fenicios, especialmente dedicados a la navegación y al comercio y sus rivales en el Mediterráneo, los griegos, llegaron a la península Ibérica hace menos de 3000 años, lo que hace previsible que no debieron competir con los fenicios a base de diálogo y abrazos. Este periodo de unos 17000 años por ubicarlo en la historia y que hizo de Iberia un lugar atrayente, tenía que existir algo muy anhelable para la época y no se me ocurre otra cosa que sus minas de cobre y estaño.
El río que corta la península Ibérica es el río de los iberos. A las tribus del norte les llamamos ilergetes y a las del sur ilercavones, en cuyas tierras ubicamos dos ciudades como representativas, la ciudad amurallada del mar y la cuidad amurallada del norte. La primera está ubicada en la costa mediterránea y la segunda aún no la tengo suficientemente referenciada pero estoy en ello buscando por la costa atlántica. En los papiros de artemidoro de efeso, las encontramos supuéstamente unidas por un camino y es evidente que se trata de la ruta del estaño. En el caso del cobre, su transporte marítimo sería lo lógico y razonable, por la evidente situación de sus minas y es que no cabe pensar que alguien viniera hasta a la península Ibérica a enseñarnos a cultivar la vid y el olivo como nos cuentan los libros de historia.