Durante todo el verano al levantarme, he comprobado como la mitad de las luces de las farolas del pueblo estaban apagadas. Un buen día me asomé a la calle al acostarme y observé como solo la mitad de las farolas del pueblo de Chert estaban encendidas. No se trataba de un dispositivo electrónico de alta tecnología de vanguardia el que controlaba el sistema, sino que para evitar un derroche innecesario de consumo de energía eléctrica, el Consistorio Municipal decidió reducir a la mitad la luminosidad callejera por estimarse harto suficiente.
Hoy me he percatado que en la calle Santa Isabel Reina de Hungría se ha cambiado la placa indicativa, siendo sustituida la de granito o mármol natural allí existente, por otra de cerámica con filigranas valencianas. Es evidente que cada cual tiene sus manías incurables por la medicina y aunque nuestras decisiones afectan al resto de los vecinos con los que convivimos, no siempre pueden ser bien recibidas o efusivamente aplaudidas.
Chert es un pueblo de picapedreros perdido entre las montañas del Maestrazgo que, por razones históricas, como vecino, me siento más unido a los pueblos del delta del río Ebro que a los valencianos de las inmediaciones de Valencia del Cid y aunque en su día también fuimos alfareros, con las cerámicas valencianas necesitaré tiempo para acostumbrarme porque de repente, es que no me identifico.
3144- INQUIETUDES CABANENSES.
Hace 8 meses
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