Algunas enfermedades pueden ser transmitidas por la ingesta de alimentos cuando no se encuentran en perfecto estado de conservación y como no es obligatorio que cada fabricante alimenticio (bar, panadería, restaurante, tasca, pastelería, chiringuito, etc.) disponga de un laboratorio analítico capaz de realizar un control del producto final, la sociedad tiene asumido el riesgo y mientras no se muere nadie, todo marcha con viento en popa y a toda vela.
Garante de la seguridad en los alimentos, son las ordenanzas reguladoras que aceptando un plan de autocontrol en su manipulación regulado por el R. D. 2207/1995 de 28 de diciembre y publicado en el BOE de 27 de febrero de 1996, se limita a explicar las normas elementales sobre higiene en la manipulación de los productos alimenticios, basándose en una relación de buenas prácticas supuestamente implantadas en todos los sectores, con el simple objetivo de asegurar un control crítico de los peligros que puedan producirse.
Para la justificación de este sistema preventivo en las distintas fases de elaboración, se publicita a los cuatro vientos que de esta forma, se mejora la calidad del producto y la seguridad del consumidor, aumentando la competitividad de las empresas al reducir los costes pero como no se precisa de calificación profesional o estar acreditado por la entidad certificadora, pocas veces se obtiene la gestión de la calidad alardeada, por ello, no es de extrañar que en esta época estival, se produzcan de vez en cuando trastornos intestinales que generalmente y con mucha suerte, no pasan de un simple susto por mucha calidad que se publicite (artesano, casero, elaboración propia, etc.).
3144- INQUIETUDES CABANENSES.
Hace 8 meses
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