Cuando recibimos regalos de forma continuada, tendemos a menospreciarlos y con el paso del tiempo, a no tener consideración alguna hacia la voluntad de quienes nos los obsequian, al entender por cotidianidad, como una obligación hacia nuestra persona de un derecho adquirido por nuestra valía.
Pocas personas se paran a pensar por un instante que el regalo tiene un valor, tanto de tiempo como de dinero para quien lo realiza y hartos de no recibir calurosas aprobaciones o/y viendo confundir el uso por el abuso, se acaba por perder el encanto.
Con el estado del bienestar y por nuestro egoísmo manifiesto, pensamos en cargar el importe de su valor a las generaciones venideras y tal ha sido el nivel de despilfarro en tan corto espacio de años que ahora somos nosotros mismos quienes debemos pagar y con intereses por seguir estando vivos.
3144- INQUIETUDES CABANENSES.
Hace 7 meses
No hay comentarios:
Publicar un comentario